"No te vayas mu lejos que vamos a echar los fideos"

La época de la que voy a hablar, es aquella en la que me ponía la ropa nueva para ir a misa los domingos, es decir, hace mucho, mucho tiempo.

Lo que más me gustaba era estrenar chándal y zapatillas de deporte, todo un lujo.

Un conocido decía: "pues yo, también me pongo la ropa nueva los días de diario". Llegó a ser un referente. Joder, es que un tipo que "se atrevía" a estrenar unos pantalones un miércoles, era un tío que rompía... rompía mis esquemas, claro.

Después de misa, íbamos en bandadas a comprar golosinas. Una buena carga porque nos iba a hacer falta...

Aún no había recreativos en el pueblo, así que íbamos a los bares donde había máquinas de videojuegos a echar unas partidinas.

Los videojuegos y yo nunca nos hemos llevado bien, así que me limitaba a ver cómo jugaba mi amigo Juan Candelo.

Juan Candelo era un hacha, llegaba al final del Snow Bros. y lo pasaba con sólo cinco duros. Aunque el Wonder Boy tampoco se le daba nada mal.

Muchas horas en los bares, pero nada tienen que ver con las que pasamos ahora en ellos.

A mi el día que más me gustaba era el sábado. Ese si que era un día chulo.

Me levantaba tempranito y cogía la bici. Kilómetros y kilómetros de caminos, callejas, barro, agua... una gozada. El reto era ir a los pueblos de alrededor.

Yo ahí tenía desventaja, casi todos mis amigos tenían bicis de montaña o de carreras. Tres pedaladas mías eran una de las suyas. Mi máquina era una BMX, me convertía en el rey de los saltos, pero en la carretera las pasaba canutas.

Lo peor era cuando me veía mi madre por el barrio y me decía: "no te vayas mu lejos que vamos a echar los fideos".

La diversión tenía el tiempo contado... hasta después de comer, claro.